El dólar y la inflación, en el mismo baile

Parece una rareza, un contrasentido en la opinión de algunos especialistas que un país con una estructura financiera dependiente hasta las manos de sus exportaciones y sobre todo de sus exportaciones primarias ate su estrategia antiinflacionaria a una sola variable, encima fuera de sus dominios: el dólar estadounidense. No pasa exactamente por ahí el plan del gobierno libertario, pero en un punto la realidad muestra una conexión semejante a esa.

Números de estos días cuentan que desde comienzos de marzo del 2024 las reservas brutas del Banco Central caen US$ 3.400 millones, incluidas ventas de divisas e intervenciones en el mercado del propio BCRA apuntadas a sostener el tipo de cambio. Parientes de la misma operatoria, las reservas netas, digamos disponibles, retrocedieron casi al nivel que tenían cuando los libertarios llegaron al poder: alrededor de US$ 7.800 millones y con signo negativo.

No era un cuadro por cierto alentador, sino otro decididamente inquietante el que Javier Milei tenía a la vista. Y tanto que pronto decidió encomendarse al Fondo Monetario, o sea, ir tras la ayuda de lo que se considera un “prestamista de última instancia” al que normalmente se acude cuando no hay otro remedio. En el envión, pasó por las ventanillas del BID, del Banco Mundial y de la Corporación Andina de Fomento.

Puesta en números redondos, hasta ahí la cosecha aportó cerca de US$ 24.000 millones a los muy flacos activos del BCRA, además, ya expuestos a presiones especulativas. El paquete final acumulado ronda US$ 27.000 millones, computando los US$ 2.000 millones que prestó un grupo de bancos privados.

El problema es que el balance comercial, la pieza que debiera ser el soporte de la estructura financiera del país, tampoco luce todo lo sólida que haría falta. A duras penas, raspando, marzo cerró con un superávit de US$ 323 millones tan modesto que quedó lejísimo de los US$ 2.144 millones de marzo de 2024.

Siempre números inevitables, ese mes las exportaciones resultaron las más bajas desde diciembre 2023 y las importaciones se mantienen entre los máximos históricos. Para que se entienda mejor, más números: medidas en cantidades, las ventas al exterior cayeron 41% y las compras, también en cantidades, saltaron 47,5%.

La misma fragilidad del sector externo aparece en un debate que sigue a la apertura del cepo y la creación de la banda cambiaria: cruza supermercados y proveedores y termina en las góndolas.

Para empezar, un dato clave al interior de la pulseada es que en las cadenas productivas internas abundan eslabones vacíos que se cubren con bienes e insumos importados que implican costos y traslados al valor de los bienes finales: precios al fin, cuyo valor sigue al valor del dólar. Y como el tipo de cambio depende de dónde se plante el Banco Central en la banda cambiaria, hoy tenemos presiones por aumentos que van del 7% al 12%, pasando por el 9%, es decir, pulseada con final abierto.

Otra variable central, si no la verdadera variable central, se llama demanda y caída de la demanda. Según Scentia, una consultora especializada en seguir el día a día del consumo masivo, las ventas en supermercados y autoservicios acumulan 16 meses consecutivos en rojo, con una caída del 8,6% en el primer trimestre de 2025 contra el primero del 2024.

Hablar de consumo masivo aquí es hablar sobre todo de alimentos y bebidas y también del 29% de los puestos de trabajo que genera el sector comercial. Y decir consumo privado remite, según datos oficiales, al 72% del PBI, o sea, a buena parte de la actividad económica.

Claro que nada de todo esto es enteramente probable si no se cumple con una condición previa llamada capacidad de compra de los ingresos. Y si de eso se trata, la información de la Secretaría de Trabajo dice que el salario real promedio del empleo privado registrado, en blanco, de enero de 2025 está al nivel del de noviembre de 2023; en la comparación, al que había diez meses antes.

De este boletín tenemos también el saque a los subsidios o, si se prefiere, un incremento de las tarifas por otros medios aunque previsiblemente grande. En datos oficiales, la poda alcanza al 52,9% real, descontada la inflación, en el caso de la energía (luz y gas) y al 33,%, también real, en el transporte público de pasajeros (trenes y colectivos).

Hay más o bastante más en puerta, tal cual aparece entre las condiciones pactadas con el Fondo Monetario para acceder al préstamo de US$ 20.000 millones. Una, mantener pisado el gasto en inversión pública y apretados los salarios del Estado. Y la siguiente, un clásico de todos los tiempos al que no hace falta ponerle letra: la reforma del sistema previsional.

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