Siempre hay una mirada contra lo establecido. El conservadurismo es muy difícil de sacarlo, y es difícil sacarlo del pueblo argentino. Siempre hay una mirada que va a hablar de la ‘loca de mierda’, del ‘puto de mierda’, siempre. Negro cabeza, todo lo que le quieras poner. Somos maravillosos y somos jodidos” dice Moria Casán, junto a Jorge Marrale. Ambos son los protagonistas de Cuestión de género, la pieza de Jade-Rose Parker que se puede ver de miércoles a domingo en el Teatro Metropolitan. Ambos son leyendas de la actuación, comprometidas siempre con diferentes momentos del país, y celebran la oportunidad de trabajar juntos. Los actores insisten que “la gente se va a sorprender, porque nunca se habló con esta crudeza de esta situación. Es un espejo, nos guste o no”. Marrale suma: “Me conmueve el rol que tengo, que es el de alguien que descubre, se sorprende, se enoja y se transforma. Me emociona que, en una pieza que tiene algunos ribetes de cierta comedia, se hable de un tema tan trascendente. Lo que sentí en los ensayos fue cómo el público queda conmovido por lo que sucede. Se sacude. Entra la piña. Entra en el sentido de que se siente que hablamos del ser, del querer ser, de cómo querés ser y de cómo banca el resto para que vos seas”. Y suma entendiendo que una obra que habla de lo trans en plena Avenida Corrientes, con Moria Casán en escena, no es algo menor, y que genera un arco de lectura de nuestros momentos, lo quiera o no: “Hay algo en lo que sucede, hay muchas revelaciones sobre un tema que generalmente no se habla tanto. No se conoce el trasfondo de cómo es una transformación. Estos personajes conviven en el descubrimiento. Y además, hay un político, alguien con una vida azarosa a ojos públicos. ¿Cómo sostiene este engaño y no se da cuenta? De lo que uno espera, el reírnos, bueno… epa, ¿qué está pasando ahí? La autora mete la vara donde hay que meterla. ¿Me querés por lo que soy? ¿Por lo que fui? ¿Por qué me querés? Si todo lo que desconocés del otro te tira al piso o te hace decir ‘vamos para adelante’”.
—¿Qué sienten al contar esta historia puntual en un momento que ciertos discursos vuelven a circular con valor incluso a nivel institucional, discursos de odio hacía identidades sexuales?
JORGE MARRALE: Hay un momento en que aparece un aspecto de deshumanización bastante grande, demasiado para mi gusto. La máquina andaba, y ahora frena y va para atrás a una velocidad que me sorprende. Y empiezan a aparecer algunos cuestionamientos. Todo lo que se dijo: ¿se sostuvo porque era verdad o era un panfleto? Mi personaje lo dice en un momento. Hay algo ahí que nos interpela a todos, en el sentido de decir: “Che, ¿cómo nos macaneamos con todo esto? ¿Qué sucede con los ataques a personas que tienen una forma de vivir?” Hay una mirada política sobre eso. ¿Cuáles son los factores que generan que esto vaya para atrás? ¿El amor dónde está? Tiene todos esos cuestionamientos. Y aparece ahora en Calle Corrientes.
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MORIA CASÁN: Hay algo que se lleva en la sangre. Además, creo que la gente trans, que vive su vida con su marido y su familia, se plantean tanto y tantas cosas. Ya está establecido así. ¿Quién sabe lo que ocurre ahí entre las paredes? Lo que nos pasa a nosotros, a nuestros personajes, es que él vive para el afuera, es un político. Su personaje No me perdona la postiza. Es un rol que me estaba esperando. Me estaba esperando este guante. Yo empecé siendo una trans en el teatro de revista, vestida de Chaplin. Sin saber que iba a debutar, debuté haciendo un striptease vestida de Chaplin. Mirá, con un bigote casi hitleriano. No empecé de dandy, sino de Chaplin. En un teatro que está a una cuadra de acá. Yo fui una transgresora de mi propia historia.
—¿Por qué creen ustedes fueron los elegidos para contar esta historia?
C: Me conmueve que hayan pensado en mí, porque yo siempre transgredí mi propia imagen. Me formé, me transgredí, estuve elegida por el universo porque nunca hice casting de nada. Me maravilla hacerla con Marrale, que entiende todo. Es la primera vez que trabajamos juntos. Es muy arriba. No es solo dar letra, es pasión, entrega y compromiso. Yo siempre hice esto como un movimiento de libertad, nunca de oportunismo, nunca saqué ningún rédito. Siempre se sintió como una verdadera libertad. Ahora hago una trans en Calle Corrientes, que es mi templo, en un teatro donde hice temporadas con Porcel y Olmedo. Ahora, en este momento de mi vida y del país, hacer una trans es hermoso. Estamos levantando una bandera, una verdad que hay que entender.
M: Te cuestiona en términos de cuántas mentiras nos sostenemos en la vida, cuántas mentiras elegimos y para qué. Hay veces que no queda otra alternativa. Se sacrifica el ser porque la sociedad te marca, empieza a señalar y a rechazar.
—Moria, siempre lograste ser diferente y popular, ¿qué implica este rol entonces?
C: Yo tengo unos padres maravillosos. Nunca sentí que me dieran un mal amor o que me sobreprotegieran cuando era niña. Pero cuando vieron que yo tenía otra cabeza, en esa época en que se usaba otra cosa, me hicieron electroshock. Me crié como si hubiera sido transgénero, trans, porque era mi cabeza… no les pasó factura, los entendí. Me hicieron tests, me sentaron y me dieron. Mi viejo no entendía mi cabeza, cómo me rebelaba contra el ser, él era milico y me criaron con todo el amor y todo lo que se podía. Siempre me sentí igual, que fuera una trans, que en lugar de tener vagina tenía pene. Siempre me sentí muy fálica. Yo los perturbaba. ¿Cuál era mi historia? Aprendía piano, baile, todo, pero no me entendían. Yo siento en el escenario que me hacen una ecografía. Vengo de hacer Brujas hace más de 30 años. Cuando aparece el humor en el segundo acto, la gente se siente aliviada. El público queer puede ser muy bravo para ver algo así. Va a estar atravesado por la circunstancia.
—¿Qué los emociona de estar en un escenario y contar?
C: Que nos hayan elegido como dupla. Que, ojo, los productores me ofrecieron otras cosas, pero me dijeron Marrale, y solo hicimos Doble Vida. Somos iguales. No nos interesa que nos digan cuántas entradas se vendieron.
M: Me gusta que acá no se baja línea.
C: Acá no se adoctrina. Estamos trabajando juntos y es muy placentero. El teatro es balsámico para quien lo hace y para quien lo recibe. Siempre te mueve la estantería, no hay forma de que eso no suceda. Nadie se salva.
M: A mí me gusta contar esta historia. Es un momento importante para hablar de esto. Están sucediendo cosas extrañas. Hay caídas. ¿Qué pasó? Lo que se construyó para sostener, para dar lugar a las transformaciones, y demás, ¿ahora esto? La manera en que hacemos la obra va a exponer algo, habla con algo. Se puede llegar a discutir mucho.
C: A mí me gusta atravesar siempre los estadíos de mi país contando cosas. En las piezas que he hecho, por ejemplo, en el teatro de revista donde me formé, sos una cosa, pero no me cosificaba. Que sepan que son sujeto y no objeto. Mis respuestas están en mi trabajo, en seguir transgrediendo. Fui lo más permitida incluso en el gobierno militar. Yo salía en bolas y no me decían nada. Es algo loco. Y no era protegida ni amante de nadie. Ni sabían cómo me llamaba. Decía “país de cabotaje”, mis frases, me sigo construyendo en cada cosa que hago y no me voy a deconstruir. Mi respuesta siempre a cualquier cosa es el trabajo. Y el trabajo ahora es hacer una trans. Es una posibilidad que tengo en el teatro, porque no hay televisión para los actores. Acá trabajamos de miércoles a domingo, yo trabajo siempre, esté quien esté y pase lo que pase. Quiero hacer cosas que me movilicen. Es lo más importante que puedo hacer: tenemos que tomar conciencia. Hay que tener empatía con el otro. Ayer alguien me vino a pedir una foto y me agradeció porque acompañé al colectivo. Tenía problemas con la hija y me pidió consejo. Ella se emocionó: la gente me agradece lo genuino.