La profesora de fitness y un video hot que se volvió un calvario: empieza el juicio contra su ex y otra mujer

Cuando pensó que ya nada había por hacer, que por tratarse de un delito menor la prescripción sucedería en agosto, y con ella otro zarpazo de la vida, ocurrió lo inesperado: su abogado le avisó a mediados de junio que el juicio por sextorsión, finalmente, se haría el 1° de agosto, en San Luis. «Pasaron cinco años, pensé que no iba a llegar nunca esta instancia, encima los imputados ponían palos en la rueda sólo para dilatar todo. Ahora, al menos, siento algo de alivio, es un poco de oxígeno cuando ya se me hacía difícil respirar».

Gabriela Fernández Aberastain (41), puntana, profesora de fitness y ex campeona de fisicoculturismo, refleja en su rostro dolor, sufrimiento y humillación sufridos desde 2020, cuando un video íntimo suyo fue divulgado por su ex pareja en plena pandemia, Diego Oliveri (48) que, despechado porque ella no quería volver a la relación, hizo circular imágenes que habían sido grabadas un año antes, cuando todavía estaban juntos.

«Él me decía que quería volver conmigo, pero estaba en pareja con Tatiana Yacarini. Me amenazaba con mandarle el video a ella, diciéndome: ‘Mirá que ella es malísima, lo va a publicar y te va a escrachar’. Así me hostigaba», cuenta Gabriela.

Dicho y hecho. Transcurría abril de 2020, la pandemia era una realidad, cuando Yacarini lo publicó y el video se hizo viral, con todo lo que eso significaba en una ciudad chica como San Luis. La primera alarma que ensordeció a Gabriela fue cuando a Ulises (por entonces de 9 años), uno de sus hijos, le había llegó un llamativo posteo anónimo en su Instagram con un adjunto que decía «abrilo».

Sorprendido y temeroso, pero sin hacer doble clic, recurrió a su mamá, quien rápidamente entendió de qué se trataba: aquel video de un baile hot que era un obsequio para su por entonces pareja, se había convertido «en la comidilla de todo el pueblo, que es bien conservador».

Pasó a ser «un pedazo de carne», describe, siendo el hazmerreír de una ciudad del interior en la que se conocen todos. «Estaba todo el mundo encerrado por el covid y conectado a las redes, imaginate que se enteraron todos, pero todos, eh. Mi desnudez estaba en boca de todos, me enjuiciaban como mujer, como madre, como amiga, como trabajadora. Era como si me hubiera violado todo un pueblo delante de mis hijos».

«Además, se me criticaba por mi apariencia, por mis curvas y por ser mujer… Siento que si hubiera sido una flaquita o una gordita, o un hombre, la cizaña no hubiera sido tanta», relata Gabriela como si estuviera hablando de otra persona. «Es que esa mujer no era yo, no podía ser yo», se agarra la cabeza con las dos manos.

«Tengo la mirada triste, pero el corazón con esperanzas», grafica su estado Gabriela Fernández, de cara al juicio por pornovenganza de la que fue víctima.

¿Por qué Tatiana Yacarini y Diego Oliveri se ensañaron de esa manera? «Porque ella enloqueció, pensaba que yo le había mandado ese video recientemente y él le lleno la cabeza, como que yo quería volver con él y buscaba acercamiento de esa forma… Y se dio manija con ayuda de él y me empezó a escribir las peores cosas, con una maldad y perversión sin filtro: ‘Diego es mío, siempre lo fue (…) Te voy a hacer m… y tus hijos van a tener un accidente. Vas a sufrir hasta que te mueras’«. Tanta crueldad era imposible de digerir para la profesora de fitness que presentó todo ante la Justicia.

«Viví un calvario. Caí en un pozo depresivo, con ataques de ansiedad y de pánico, no podía moverme de la cama durante diez días teniendo dos hijos chicos, echada de mis trabajos, estigmatizada por la mirada del otro, humillada en las redes sociales, la vergüenza que sentían de mis padres, que preferían el silencio a escuchar mi verdad y en esas condiciones tuve que salir adelante», le dice Gabriela a Clarín a través de una videollamada.

«Encima estoy haciendo el luto por la partida de mi mamá, que murió hace diez días por una fibrosis quística y la verdad me hubiera ayudado que se fuera en paz, después del juicio, pobrecita», lamenta la mujer.

Diego Oliveri (48) y Tatiana Yaccarini (50) son los imputados acusados de extorsionar, hostigar y difundir material íntimo ajeno.

Los ojos de la víctima están inyectados de tristeza, pero ella misma, a la vez, dice que está orgullosa de su fortaleza. «Estoy con optimismo y es la primera vez que puedo mirar para adelante, porque siento que después del 5 de agosto, daré una vuelta de página y empezaré una nueva vida».

El juicio contará con tres audiencias (1, 4 y 5 de agosto) y quedó a cargo del Tribunal Unipersonal de San Luis, integrado por el juez Ariel Gustavo Parrillis. La confirmación fue en junio, después de que el Tribunal de Impugnaciones puntano ratificara que Tatiana Yacarini y Diego Oliveri seguirían siendo juzgados por amenazas, difusión de material íntimo y desobediencia judicial.

La defensa había pedido cerrar el caso por exceso de tiempo, pero el Tribunal rechazó el planteo de prescripción presentado y confirmó la resolución de la jueza de Garantías 4, Luciana Banó.

Gabriela Fernández, en los tiempos en los que era concursante y campeona de culturismo.

Se trata del segundo juicio que se realizará por sextorsión o porno-venganza. El primero sucedió en La Rioja, en 2021, cuando el tatuador Patricio Pioli fue condenado por el Tribunal de la Cámara Tercera en lo Criminal y Correccional de esa ciudad, a cinco años de cárcel efectiva (ahora se encuentra en prisión domiciliaria), por dar a conocer material íntimo de quien fuera por entonces su pareja, Paula Sánchez Frega. «Se comunicó conmigo Paula, desde que saltó todo mi tema y la verdad es que se portó muy bien, me contó los pasos que iba a atravesar, porque ella pasó por algo parecido».

Gabriela es madre de Ulises (15) y Baltasar (10), frutos del vínculo con dos padres distintos que se hicieron cargo económicamente de ellos. «Mi situación laboral es complicada. Yo estaba en un gimnasio y daba clases, y me fueron limpiando, dejándome a pata con la excusa de ‘bueno, por ahora no, vemos más adelante‘. Así se me fueron cerrando posibilidades, no sólo laborales, sino también deportivas. Yo competía en torneos de culturismo, donde son vitales la cuestión económica y ni que hablar la estabilidad emocional, aspectos de los que carecía absolutamente».

Volviendo a sonreir. «Necesito que esto se termine de una vez. Después del 5 de agosto, cuando termine el juicio, empezaré a reconstruir mi vida», dice Gabriela Fernández.

Habla serena Gabriela, comprendiendo que está en la recta final de «un proceso interminable que me zamarreó por todos lados. Yo no quería salir de mi casa porque estaba señalada como ‘la puta, la drogona‘, o ‘¿jodete, para qué te filmaste?‘, entonces me estigmatizaron. Era difícil encontrar un poco de paz. Estuve casi seis meses encerrada. Mis padres, mayores y conservadores, sentían mucha vergüenza de su hija y preferían el silencio. Mis hijos ya tenían demasiado al ver a una mamá destruida. Pero ellos me salvaron la vida, te juro…».

Hace una pausa larga, toma agua y respira hondo. «Yo varias veces pensé con terminar todo de una vez, con quitarme la vida y no sufrir más. Pero por suerte tuve la lucidez de pensar en los nenes. Pensar que estuve ahí de terminar con todo… Pero pensé: ‘¿Quién se iba a hacer cargo de los chiquitos?’. Y después, me castigaba por pensar en eso con todo lo que los amo».

Ulises y Baltasar veían cada día a su mamá hecha un despojo, pero no entendían las razones. «En un momento tomé coraje y les dije que su mamá había aparecido en una foto desnuda… Y cuando pensé que se avergonzarían de mí Ulises, enojado, me dijo: Vayamos a denunciarlo a la comisaría. Yo te acompaño, má. Vamos a darle su merecido«, fueron las palabras que resultaron un shock anímico y de fortaleza fundamentales».

La culpa fue un tema tan angustiante para Gabriela como las amenazas y el hostigamiento de su ex Oliveri y la pareja Yacarini. «No me reconozco, no puedo creer que haya soportado tanto violencia y humillación, física, psicológica y económica. No me cabe en la cabeza, no entiendo cómo no pedí ayuda o busqué por otro lado… Supongo que estaba tan vulnerable y manipulada, que era capaz de hacer cualquier cosa para flagelarme. Creo que hoy lo único positivo que veo de aquella época fue que tuve la entereza de bancarme semejante hostilidad», dice quien todavía arrastra síntomas de ansiedad.

A Oliveri no lo vio más y a Yacarini se la encontró en un recital, pero no se saludaron. «A través de gente conocida me enteré que se separaron, que él la dejó y que, además, le echó la culpa de todo a ella. Que fue la responsable de postear el video en las redes. Él decía que ella lo manipulaba y que él no fue consciente de lo que había pasado. Lo cierto es que a él, que era un bolichero banana que salía todos los días no se lo vio más en la noche. Se guardó. Ninguno me pidió perdón y me dolió mucho que tampoco ella lo hiciera después de haberse separado. Como mujer podía haber empatizado y no lo hizo».

Más Noticias

Noticias
Relacionadas