De paredones grises a obras monumentales: la historia detrás de los murales en los puentes de Circunvalación de Córdoba

Miles de cordobeses transitan a diario la avenida de Circunvalación para llegar a sus trabajos, escuelas y otras responsabilidades. En ese ir y venir, es imposible no reparar en los murales que acompañan a varios de los puentes que atraviesan los carriles. Figuras, abstracciones y colores que rompen con la monotonía del cemento, captando la atención de conductores y peatones.

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Detrás de esas obras se encuentran los muralistas Ariel Ocampo y Jael Airasca, quienes junto a un pequeño equipo de colaboradores vienen transformando espacios grises en escenarios vibrantes. Entre los más reconocidos está Ritmo Florido, en el Puente Piamonte, pero la lista es cada vez más extensa: Calipso en el Puente Bazan, Minerva en Alto Alegre y, más recientemente, Pequeño Gran Colibrillo en el Puente de Ruta 20.

«El motivo de este último mural es la niñez. Cuenta la historia de un niño disfrazado de colibrí que, desde el color y la alegría de sus sueños, construye un gran rompecabezas que se transforma en flores visitadas por colibríes», explicó Ocampo en diálogo con PERFIL CÓRDOBA.

Pequeño Gran Colibrillo en el Puente de Ruta 20.

Arte con planificación

Lejos de ser una tarea improvisada, los murales responden a un plan de puesta en valor de los puentes impulsado por la empresa Caminos de las Sierras. Para los artistas, el desafío va mucho más allá de lo creativo: hay exigencias técnicas y de seguridad que deben cumplir antes de llevar la primera pincelada.

Minerva. Puente Alto Alegre.

«El año pasado nos convocaron para intervenir las columnas del Puente Piamonte junto a mi compañera Jael y cuando vimos el paredón hicimos una propuesta para intervenirla. Les gustó y ahí empezamos», dijo Ocampo. Y agregó: «Hay muchas condiciones para intervenir un puente: no puede haber demasiados focos atencionales, hay colores que están restringidos, los proyectos pasan por varias evaluaciones».

Las dimensiones también obligan a recurrir a recursos específicos como la anamorfosis, que permite estirar las figuras y darles proporción cuando se las observa a distancia, o el uso de luces y sombras propias de los espacios. Antes de pintar, el equipo estudia los lugares, toma fotografías, mide alturas y analiza ángulos.

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«Los vivimos primero para saber cómo abordarlos», dijo el muralista.

Pintar un puente demanda meses de trabajo entre la etapa creativa, el planeamiento y la ejecución. Una vez está todo listo para pintar, el equipo suele trabajar durante un mes y medio o dos en cada obra, en doble turno: día y noche, para poder avanzar en las zonas con tránsito.

«Es un acto físico. Hay mucho esfuerzo, hay cansancio. Tenemos que entrenar. Y además hay que lidiar con el clima, los horarios nocturnos y las condiciones de seguridad», agregó Ocampo.

La rutina incluye desde cargar bidones de agua potable hasta trasladar rodillos, pinturas, arneses y viandas desde un obrador cercano. «Hay tantas cosas despegadas del arte en estos abordajes que el momento de pintar lo artístico es muy pequeño. Es mucho más de organización y de abordaje. Por suerte, antes que artista, soy trabajador», resumió.

Técnica y precisión

Aunque cuentan con asistentes que preparan superficies y ayudan con materiales, Ocampo y Airasca insisten en pintar cada rincón. No utilizan maquinaria sofisticada: los esfumados y degradés se hacen con rodillos y pinceles tradicionales, lo que multiplica el esfuerzo y el tiempo de ejecución. «Es todo bastante tradicional y artesanal», precisaron.

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Las dimensiones de las obras también son un desafío en sí mismo. Para tomar una referencia, Ritmo Florido alcanzó hasta ocho o nueve metros de altura, con cinco andamios montados uno sobre otro para poder cubrir un paredón de casi dos cuadras y media de extensión. En tanto, el mural que actualmente trabajan implica intervenir cerca de 3.000 metros cuadrados de superficie, mayormente en columnas.

Ritmo Florido.

La inteligencia artificial se ha convertido en una gran aliada: la usan para calcular metros cuadrados y litros de pintura necesarios en superficies tan grandes, donde un error puede significar un gran desperdicio de recursos. «Hay que ser un poco matemático también», bromeó el artista.

El vínculo con la gente

Más allá del proceso técnico, lo que los artistas destacan es la devolución del público. «Recibimos unos mensajes hermosos. Gente que nos dicen que, camino al hospital, pasaron por uno de los puentes y se llenaron de energía. Esas devoluciones en un museo no las tenés. Estás interpelando de una manera que nos emociona mucho. Es otra bajada, uno pone el cuerpo«, contó.

La participación directa de los vecinos es limitada por cuestiones de seguridad, pero el entusiasmo crece con cada nuevo mural. Tanto es así que el interés genera un «efecto contagio» que impulsa nuevos proyectos y convoca a otros artistas.

«La gente quiere participar de alguna u otra manera. En estos espacios es muy complicado. No es lo mismo que yo esté pintando en la Plaza de las Américas a los jugadores cordobeses del mundial, que en estos espacios donde todos estamos trabajando con recursos de seguridad. Es muy riesgoso pintar un puente».

Para los muralistas, lo que está en juego es mucho más que decorar una pared: se trata de transformar el espacio con sensibilidad. «No es una bomba de color contra el cemento. Es una puesta en valor que incluye la iluminación, la renovación de barandas, la interacción con el entorno. Es profundo y requiere pensar en cómo se va a ver de noche, cómo se va a limpiar, cómo se va a mantener. Cuando uno está haciendo arte urbano, de alguna manera está imponiendo arte y la gente que los transita son parte hasta de la creación. Aparecen, símbolos, colores, formas que uno no tiene planificado y que terminan siendo parte de esa creación de alguna manera colectiva», concluye Ocampo.

Así, cada mural en los puentes de la Circunvalación no solo embellece el paisaje urbano, sino que se convierte en una experiencia compartida por miles de cordobeses que, aun en la rutina diaria, encuentran en ellos un respiro de arte y color.

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